Mamitis

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Mamitis 

Síntomas de mamitis

Si tu bebé está molesto, inquieto, o un poco afiebrado, “quiero con mamá” suele ser su grito de guerra favorito. Lo normal es responder a su demanda de atención. Pero si el reclamo es constante, las causas ya no están tan claras. ¿Por qué exige, por ejemplo, que sólo tú le des de comer o reclama dormir contigo todas las noches? Podría tratarse de un caso de lo que popularmente conocemos como mamitis, es decir, un apego excesivo. Te explicamos por qué ocurre y qué puedes hacer para solucionar el problema.

Qué es la ‘mamitis’

Un bebé no puede valerse por sí mismo y necesita, por tanto, la protección de sus padres, sobre todo en los primeros meses, en los que su madre, principal proveedora de alimento y cuidados, es todo su mundo, su figura de apego. Pero, a medida que crece y adquiere nueva habilidades, va necesitando menos ayuda y haciéndose más independiente.

Sin embargo, puede sufrir momentos de regresión, es decir, una fase de mamitis, que no son más que periodos de inseguridad en los que se aferran a mamá (o papá) para intentar recuperar su estabilidad interna.

Existen muchos motivos que pueden desencadenar estas situaciones de apego excesivo, unos debidos al momento evolutivo que están atravesando, o a otras razones externas, como una enfermedad o celos ante la llegada de un hermanito. La buena noticia es que suele tratarse de episodios pasajeros y fáciles de solucionar. En primer lugar, es importante diferenciar entre lo que es normal en el desarrollo evolutivo de tu bebé, y cuándo debes preocuparte:

Qué es normal en un bebé

Algunas formas de comportarse, aunque el apego pueda parecer excesivo, no significan que tu bebé tenga mamitis, por ejemplo que:

  • Sufra algún retroceso, indispensables para su buen desarrollo. Desde su nacimiento, el cerebro de un bebé lo absorbe todo, y cada nuevo aprendizaje conlleva un pequeño momento de angustia que provoca que el niño reclame estar en brazos de la persona que más seguridad le da en este mundo, ¡su madre!
  • No quiera irse con extraños: hasta más o menos los diez meses, un bebé no es muy consciente de lo que ocurre a su alrededor y acepta sin problemas a todo tipo de desconocidos. Sin embargo, a partir de esa edad, el bebé evoluciona rápidamente y es capaz de reconocer a sus padres perfectamente. Por eso, si ve que se marchan, llora porque cree que no van a regresar. Esta etapa, más delicada, suele durar hasta que el pequeño tiene 18 meses y ya es capaz de comprender que aunque se marchen, regresarán.
  • Ponga a prueba tu paciencia: hacia los 2-3 años, los niños pasan otra vez por otra fase de angustia ligada a la pérdida de su omnipotencia; quieren demostrar que pueden controlar determinadas cosas pegándose a su mamá como una lapa y ejerciendo de pequeños dictadores, ya que, por lo general, son más benévolas que los papás.
  • Reaccione mal ante un gran cambio o situación traumática: empezar la guardería o el colegio, que mamá vuelva a trabajar, la llegada de un hermanito o hermanita, una mudanza, una enfermedad u hospitalización… Todas buenas razones para que se sienta inseguro.

Signos de que el niño puede tener mamitis

Que el niño se rebele llorando los primeros días de guardería, que se ponga zalamero al acostarse, o que prefiera a la persona que, en general, más tiempo pasa con él y por tanto le da más seguridad –su madre– es absolutamente normal. Ya no lo es tanto que muestre estos comportamientos, que pueden ser claros signos de que el niño tiene mamitis o un apego excesivo:

  • Llamarte cada dos minutos: parece que lo único que sabe decir es ‘mamá’ desde que se levanta hasta que se acuesta.
  • No quiere que nadie excepto mamá le vista, le bañe, le dé de comer, juegue, o le lleve al parque; en fin, que sólo admite que sea su madre la que se ocupe de él.
  • Llora si desapareces de su campo visual y con gran desconsuelo si intentas marcharte, momento en que tendrá una rabieta.
  • Te reclama constantemente, así que no te deja hacer nada. O le coges en brazos o se te agarra a las piernas.
  • Por la noche se despierta llamándote a gritos y sólo acepta que tú le consueles.

Cómo solucionar la mamitis

La mamitis o apego excesivo de un niño hacia su madre se resuelve, sobre todo, con paciencia y cariño. Esa es la solución que recomiendan los expertos, ya que en la mayoría de los casos suele tratarse de fases transitorias que se superan con una actitud segura y positiva por parte de los padres. Es importante que ambos progenitores estén de acuerdo en el plan de acción, ya que estos comportamientos infantiles pueden desencadenar reproches y enfados en la pareja, al sentirse el padre desplazado por una madre demasiado omnipresente y un hijo que no le hace ni caso.

Lo primero que habrá que averiguar es qué nos está queriendo decir el niño con su actitud: ¿está intentando imponer su voluntad o necesita que lo aseguremos? Habrá que adaptar la solución a la respuesta con la mira puesta en fomentar su autonomía personal y la seguridad en sí mismo. Al igual que cuando empieza la guardería o el colegio, lo mejor es que la separación madre-hijo sea progresiva.

Si está atravesando un momento difícil, de cambios o nuevos miedos, no dudes en estar a su lado, tu presencia es realmente necesaria. También se puede ceder en alguna ocasión a sus demandas de exclusividad, ¡un día es un día!, pero recordad que las normas en casa las ponéis vosotros, no él, y que no puede decidir quién le va a buscar al cole, quién le ata los cordones de los zapatos, o quién le da de merendar.

Así, poco a poco, el pequeño irá aprendiendo a separarse de su madre/padres. Un camino que también deben recorrer los padres, ya que la dependencia y la sobreprotección constituyen una trampa tentadora. Aunque un niño que adora a su madre pueda resultar halagador, a la larga resulta problemático y desemboca casi siempre en niños tiranos. Facilitar que se maneje por sí mismo e irle a la par retirando los apoyos innecesarios constituye uno de los aspectos más difíciles –y satisfactorios– de la educación.

Consejos prácticos frente a la mamitis

Estos consejos te ayudarán a reducir poco a poco el nivel de apego excesivo del niño, para terminar definitivamente con la mamitis:

  • En casa: es el lugar donde se siente más seguro y cómodo. Mediante juegos y carantoñas –o lo que se te ocurra– puedes ir poniendo distancia entre ambos: tú en una habitación y él en otra mientras hace algo que le gusta y le sigues hablando con cariño. Evita exasperarte; resulta contraproducente en estos casos.
  • Las personas del entorno: su padre, los abuelos, los tíos, tienen que comprender que el niño no los está rechazando, sino que se siente inseguro. Explícaselo y entre todos pensad cómo atajar esa dependencia de forma progresiva. Las actividades diarias, por ejemplo, las podéis hacer entre los dos miembros de la pareja, dejando que sea su padre quien tome las riendas entre juegos y risas.
  • Si te tienes que ausentar: si es posible, conviene ir preparando el terreno con pequeñas separaciones no traumáticas, graduales, y que se asocien a actividades que le gusten al niño, como quedarse con un abuelo o ir a la piscina. Siempre es mejor opción dejarlo con alguien y en un lugar que conozca –abuelos, en tu propia casa, o en casa de los abuelos–. Despídete siempre de él con una sonrisa y dile cuándo vas a volver en un tono tranquilo y firme. No alargues demasiado este momento.
  • Se pueden usar pequeñas recompensas si, poco a poco, va logrando despegarse un poco.
  • Si el problema no cede, lo mejor es acudir a un especialista que marque las pautas que debes seguir.

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